Ramiro Calle es el principal maestro y escritor de yoga culpable de que a la edad de 18 años descubriese la espiritualidad oriental y, al mismo tiempo, averiguase que otras filosofías no eran realmente contrarias a la religión en la que había crecido.
A través de algunas de sus obras pude crecer espiritualmente, pude expandir mi mente y verme motivado a seguir buscando más y todo ello me ha ayudado a concebir una espiritualidad universal en la que creo debería evolucionar el espiritismo de hoy, porque el espiritismo debería ser considerado un movimiento espiritual más que religioso. Como dice el maestro Calle:
Para mí la espiritualidad nada tiene que ver con las creencias, los dogmas o las religiones. Una persona puede ser muy espiritual sin pertenecer a ningún culto o sin tener ninguna creencia, y otra que se dice muy religiosa y sigue los dogmas, no tiene nada de espiritualidad.
Me gustaría dejaros hoy con parte de una entrevista que le hicieron hace unos meses a Ramiro Calle para la Revista Namaste:
¿Qué entiendes por espiritualidad?
Entiendo la espiritualidad como una actitud y un proceder. También como una aspiración y un modo de vivir. Una aspiración de perfeccionarse, lograr que la consciencia evolucione, mejorar no solo la calidad de vida exterior sino la interior. Un modo de vivir que se base en la nobleza, la compasión, la cooperación y la mutua ayuda. Una actitud inspirada en la atención consciente, el sosiego, la ecuanimidad, la lucidez. Un proceder que permita conciliar los propios intereses con los de los demás, que esté libre de ofuscación, avidez y odio, y encuentre su luz en la claridad mental, la generosidad y el amor.
Para mí la espiritualidad nada tiene que ver con las creencias, los dogmas o las religiones. Una persona puede ser muy espiritual sin pertenecer a ningún culto o sin tener ninguna creencia, y otra que se dice muy religiosa y sigue los dogmas, no tiene nada de espiritualidad. La espiritualidad es, pues, una motivación consistente en humanizarnos y respetar a todas las criaturas sintientes. Y la espiritualidad hay que llevarla al corazón mismo de la vida y con esa actitud que es la del noble arte de vivir, impregnarlo todo. La espiritualidad está en el cuerpo, la sexualidad y el instinto, las emociones y la mente. Es un espacio de consciencia y el que llamaba Buda el recto proceder y el recto sustentamiento. ¡Ay de aquel- dicen los sabios de Oriente- que por ir en su propio beneficio va sistemáticamente en detrimento del de los otros.
Siempre se habla de un cambio colectivo, pero nunca llega y cada día hay más codicia, ofuscación, odio, rivalidades. ¿Qué puede hacer una espiritualidad verdadera para cambiar el mundo?
Se ha dicho que si por cada ciudad
hubiera una persona despierta, verdaderamente despierta, cambiaría la faz del mundo. Todo lo peor surge de la ofuscación, en la que entroncan la desmesurada codicia y el odio. La tragedia es vivir de espaldas a lo mejor de uno mismo, creer ilusoriamente que no morimos (el “ milagro” es siempre creer que los que mueren son los otros) y no tratar de crecer interiormente y humanizarnos. Como dice Baba Sibananda, venimos aquí unos solos días para hacernos la foto y luego nos marchamos. El único sentido, y en eso la actitud de la verdadera espiritualidad es de enorme ayuda, es cooperar con nosotros mismos y con los demás. La espiritualidad verdadera, y no las iglesias instituidas, es la que puede mejorar el mundo… Pero para ello urge cambiar la mente, porque si el reformador no reforma su mente, por ejemplo, ¿qué tipo de reforma podemos esperar de él? De los políticos prefiero ni hablar: son actores frustrados. Como dijo Jesús, ciegos dirigiendo a otros ciegos y todos al barranco. Coincido plenamente con Krishnamurti cuando dijo que los políticos no son gentes de fiar, pero no quiere decir que no haya alguna excepción al respecto.
¿Cuál es tu sentimiento y pensamiento sobre Jesús?
Para mí Jesús forma parte del linaje de los grandes liberados-vivientes,
aquellos que han sido, en palabras suyas, la sal de la tierra; los que han
superado todas las mancillas de la mente y han permitido así que aflore la compasión infinita. Por esa compasión infinita invirtieron sus vidas en llevar hasta los demás las enseñanzas, métodos y claves para la elevación de la consciencia y la conexión con el nivel de Arriba. Jesús era de Arriba.
¿A qué hay que renunciar para ser libre?
Al afán de posesión, a la necedad y ofuscación de la mente, a la idea ilusoria de que podemos controlarlo todo, al apego y el aborrecimiento, a los viejos patrones y esquemas y filtros socioculturales. Morir para renacer. A cada momento, a cada instante, sin acarrear la mente vieja saturada de heridas, rencor, miedo, afán de venganza. Desidentificarse del ego para ser uno mismo; desalienarse, recuperar el hogar interior.
¿Por qué hay tanta avidez y codicia en el mundo?
La codicia es el resultado del ego irrefrenablemente voraz, que solo quiere acumular y retener, que está en el tener y nunca en el ser. Es la mente calculadora y rentabilizadora, que no tiene fin, que es como un rapaz estómago sin fondo. Es el mayor mal de esta sociedad, la que crea todo tipo de desigualdades, explotaciones, denigraciones, manipulacio-nes, horror. La codicia no tiene fin y un sabio hindú la llamó el “círculo vicioso del noventa y nueve”. Cuando uno tiene de algo noventa y nueve, la mente dice “voy a redondear hasta cien” y cuando tiene ciento noventa y nueve, “voy a redondear hasta doscientos” y así sucesivamente. El signo del kali-yuga, la época más negra, es la codicia. Invade todos los estamentos, instituciones, y demás, como una marea negra y pestilente.
¿Dónde está la sabiduría? ¿Y dónde la gracia?
Dentro de uno. La gracia si estuviera fuera, vendría y se iría, pero está dentro de uno. Hay que ganarla, hay que activarla, hay que merecerla. No viene gratuitamente. Es lucidez y compasión. Igual que un ave necesita de ambas alas para remontar el vuelo, así las alas para remontar el vuelo hacia el Ser son la lucidez y la compasión.
¿Qué reacción te despierta la muerte?
Déjame hacer una broma, querido Joaquín: cuando me esté muriendo te lo diré. Mientras tanto es una idea, pero una idea que hay que instrumentalizar para ser más honesto, vital, sabio, amoroso. El recordatorio de la muerte es fantástico. Tenemos que aprender a soltar, empezando por este cuerpo, que un día dejaremos como unos zapatos viejos. Decía Buda que ante la muerte todo palidece. Recordarla nos hace más humildes. Si fuéramos a cada momento conscientes de la muerte no seríamos tan mezquinos, no tendríamos tantos apegos bobos, seríamos más cooperantes y amaríamos más a los seres queridos, pues les podemos perder en cualquier instante.
Podéis leer la entrevista completa en el siguiente enlace:
José Manuel.